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viernes, 6 de mayo de 2011

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Conmovedora, sencilla, impresionante. Así se puede definir “Lluvia negra” la novela que Masuji Ibuse dedicó a la destrucción de la ciudad de Hiroshima por la bomba atómica al final de la II Guerra Mundial.
El hilo conductor es de lo más sencillo: Shigematsu Shizuma, su esposa y su joven sobrina Yasuko se encontraban en la ciudad la mañana en que cayó la bomba. Algunos años después la joven recibe una propuesta de matrimonio, pero la intermediaria que gestiona la posible unión desea asegurarse de que la joven no sufre ninguna enfermedad consecuencia de su exposición a la radiación provocada por la bomba. Shigematsu decide que no hay mejor prueba para la tranquilidad del futuro esposo que transcribir del diario de la joven la narración de los fatídicos días posteriores al ataque nuclear. Igualmente Shigematsu decide copiar su propio diario de aquella época como apéndice del relato de Yasuko para la casamentera, pero también como un intento de dar testimonio de un horror tal que necesariamente queda más allá de la comprensión humana.
De este modo, los hechos narrados en ambos diarios relatan de manera pormenorizada el caos que siguió al lanzamiento de la bomba, cuando los supervivientes, malheridos, se arrastraban entre las ruinas calcinadas, sin alcanzar a comprender qué había provocado la devastación absoluta de la ciudad. La narración de Shigematsu describe todo lo que le aconteció el tristemente célebre 6 de agosto de 1945, desde que la bomba le sorprendiera en la estación de Yogokawa camino de su trabajo, hasta el momento en que se reunió con el resto de su familia y juntos emprendieron el camino hacia la fábrica donde trabajaba en busca de asilo. También los días posteriores al lanzamiento de la bomba quedan recogidos en los diarios, reflejando el terrible desconcierto de una población diezmada, herida, enferma y prácticamente abandonada a su suerte, que no acierta a comprender qué tipo de arma se ha utilizado contra ella.
No hay tremendismo sin embargo en esta obra pues, a pesar de las descripciones de escenas dantescas que menudean en sus páginas, el autor hace gala de una sensibilidad exquisita. Masuji Ibuse no se sirve de fórmulas grandilocuentes, ni abusa de un dramatismo que podría resultar grotesco, para describir unos hechos tan inconcebibles que cualquier inteligencia puede captar su espanto sin necesidad de que se recurra a lo morboso o a lo sentimental. Al estar gran parte de la novela escrita en forma de diario, lo acontecido se describe de una manera sencilla y natural, enumerando básicamente lo que los sentidos perciben en momentos en los que parece que el orden del mundo haya sido barrido por alguna locura sobrehumana. La historia es básicamente descriptiva, aunque el estupor va dejando poco a poco lugar a las reflexiones sobre qué ha podido causar tan tremenda devastación y la constatación, casi intuitiva, de que se enfrentan a algo nunca antes experimentado por el ser humano.
Pero las transcripciones de los diarios se mezclan en “Lluvia negra” con la narración de los días en que, casi cinco años después de finalizada la guerra, la joven Yasuko recibe una posible oferta de matrimonio, lo que da pie a describir cómo se retomó la vida tras la hecatombe, cuando el espanto se hizo en cierta manera cotidiano y la población asimiló que había sido atacada con el arma más destructiva jamás empleada. Y al mismo tiempo, la descripción de esos días permite la remembranza de la vida durante la guerra cuando bajo el lema del esfuerzo bélico la población civil era movilizada, sometida al racionamiento de los productos más básicos y estrechamente vigilada para comprobar que no propagaba ideas derrotistas.
“Lluvia negra” es por tanto una semblanza perfecta de la locura de la guerra y los males que acarrea. Y sin duda su mayor virtud es que cuenta una historia sencilla que lleva en sí el germen de la reflexión, pues aunque la novela no apele en ningún momento de manera directa al lector, éste comprende que un dolor semejante infringido al hombre por el hombre nunca debió suceder y nunca debería repetirse. Y sin embargo, de una manera u otra, se repite cada día.

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